domingo, agosto 27, 2006

Una lección, General

En el mismo lugar, donde hace 50 años tiros de fusil segaron la vida de nueve estudiantes, los sobrevivientes de la Generación del Medio Siglo reescribieron su historia. Una placa devela las hazañas que tumbaron al general Gustavo Rojas Pinilla.

Nelly Mendivelso R.
María Claudia Rojas R.*

Uno a uno, con la misma puntualidad y pulcritud que caracterizó a las damas y los caballeros de mitad de siglo, fueron llegando a la cita que los reuniría con su pasado. Aunque sus rostros, surcados por profundas arrugas, ya no eran los de aquellos estudiantes osados, cuyas luchas inquietaron todo un régimen dictatorial, era evidente que sus convicciones permanecían incólumes ante el olvido, cincuenta años después.

La excitación se mezclaba con la ternura del reencuentro, en medio de abrazos sentidos. "Fue una mala hora", coincidían en repetirse unos a otros los más de 80 ancianos congregados. Solo ellos sabían por qué estaban allí, y, seguramente, también el Cristo, testigo silencioso de aquel momento emotivo. No importaba la mirada indiferente de los fieles habituales de la misa del mediodía. Tampoco su ignorancia sobre los hechos trágicos del 8 y 9 de junio, que escribieron una página en la historia del país, y que los reunía esta vez en la Catedral Primada de Bogotá. "Fue una mala hora", se lamentaban, "somos los sobrevivientes".

Sobrevivían a los disparos de fusil de la famosa carabina punto 30, que por esos días estrenaban los soldados del Batallón Colombia, ex combatientes en la Guerra de Corea. Cómo olvidar ese 9 de junio de 1954, cuando una multitudinaria marcha estudiantil reclamaba al Gobierno una respuesta por el asesinato del estudiante de Medicina Uriel Gutiérrez Restrepo, a manos de la Policía en los predios de la Ciudad Blanca, la tarde anterior.

Aunque indignados, los universitarios peregrinaron pacíficamente desde la portería de la calle 45 de la Universidad Nacional, pasando por la calle 26 y la carrera 7, hasta la calle 13, donde fueron contenidos por un pelotón del ejército, que "a punta de bala" les impidió llegar hasta el Palacio de San Carlos. El mismo luto acentuado de ese sombrío 9 de junio embargaba la conmemoración del cincuentenario de la masacre más grande del estudiantado a mitad del siglo XX. Sollozos y recuerdos los unían en la Basílica Mayor.

Carnaval sombrío


Periódico de la Federación de Estudiantes Colombianos, que aglutinó a los universitarios del país, sin clasismos y abierto a la libertad de expresión.

Como cada 8 de junio, costeños y paisas jugaban fútbol en los prados del campus cercanos a la calle 26, contienda que cerró las celebraciones del Día del Estudiante. Esa mañana, "bachilleres y universitarios cundieron, como si fuera un huracán de alegría y juventud, recintos y corredores de las aulas del saber", recuerda el ex ministro Crispín Villazón de Armas.

Como cada año, ese día se realizó la peregrinación al Cementerio Central para visitar la tumba de Gonzalo Bravo Pérez, víctima de los disparos oficiales en 1929. La caminata recordaba por qué se había instaurado esta fecha: el estudiante de Derecho representaba el inconformismo que la sociedad de la época tenía frente a la corrupción del gobierno de Miguel Abadía Méndez. El 8 de junio, la Guardia Presidencial que hacía frente a manifestantes empeñados en hacer cerrar los cafés, lo mató. Bravo Pérez "con su sangre había firmado el acta de defunción de la 'rosca' y el 'manzanillismo' que azotaba la ciudad", recuerda Carlos Medina en la obra Día del Estudiante. Crónicas de violencia 1924-1954.

Pero una fatal coincidencia del destino hizo que los carnavales se convirtieran en duelo inesperado. El animado partido de fútbol fue interrumpido por la llegada de un piquete de la policía que apareció "espontáneamente" en la Ciudad Blanca y disparó contra el grupo de estudiantes, segando la vida de Uriel Gutiérrez, el mismo día que 25 años atrás había visto caer a Bravo. Uno de sus compañeros, el abogado y economista Eduardo Arias, contó que "después de almuerzo, presenciábamos el juego, cuando aparecieron policías y se pararon al frente, indisponiéndonos. El ambiente se fue calentando y Uriel cerró con alambres la puerta de la Universidad, situada en la calle 26". Después de discutir ante la orden de la fuerza pública de abandonar el campus, un nuevo pelotón apareció minutos después y disparó. "Como Uriel era más alto, medía 1,80 metros y yo 1,65, una bala alcanzó su frente. 'Mataron un estudiante', gritaban escandalizados los jóvenes. Cuando me levanté, vi el cuerpo inerte de mi amigo tirado en el suelo".

Versiones históricas, algunas veces convergentes y otras divergentes, muestran que los hechos pudieron tener varias raíces. Una, el cambio del 8 de junio como Día del Estudiante para el 1 de abril, por orden del Gobierno. "Esta disposición secreta solo se hizo pública cuando nos aprestábamos a conmemorar el 8 de junio de 1954", revela Villazón de Armas, agregando que se intentó suprimir sus tradicionales celebraciones a cambio de "carne y alcohol".

La otra, se atribuye a la huelga de los estudiantes de odontología contra los "teguas". La intención de dar licencia a los "sacamuelas", apoyada por el decano de la Facultad, Rafael Malo Bolaños, desató ese día una gresca, que para el arquitecto Alberto Corradine explica la presencia "casual" de los uniformados. "Mientras se liaban a golpes con puños y ramas de árboles, una desafortunada llamada telefónica del secretario general de la Universidad a la policía ocasionó semejante tragedia. Ese fue el problema".

Estos dos factores apenas aclaran lo sucedido ese día, pero el problema se agudizó. Se acercaba el primer aniversario del gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla y la masacre ponía en tela de juicio su figura de pacificador, después de la cruel violencia bipartidista. La extraordinaria simpatía que suscitaba por haber liberado al país del autoritarismo de Laureano, empezó a desdibujarse con la muerte del humilde estudiante de 24 años, hijo de un educador, oriundo de Aranzazu (Caldas), que cursaba cuarto año de Medicina y segundo de Filosofía y Letras. Por primera vez mostró su cara de dictador. "El presidente no rectificó, no tomó medidas en contra de este asesinato", concluyeron jóvenes como Eduardo Gómez, que habían visto en el general una luz de esperanza.

Este poeta y abogado revivió en las celebraciones del 9 de junio de 2004 el momento nefasto. El corto tramo que lo llevó con cerca de 80 amigos desde la Catedral Primada a la Calle Real de Santafé de Bogotá (esquina de la calle 13 con carrera 7) para descubrir una placa de mármol, traería a la mente de la Generación de Mitad de Siglo no solo la muerte de Uriel sino la de nueve mártires más.

Al día siguiente

Diez nombres, indelebles en la historia del país, iniciarían la caída del régimen de Rojas Pinilla. En memoria de Uriel Gutiérrez Restrepo, Álvaro Gutiérrez Góngora, Hernando Ospina López, Jaime Pacheco Mora, Hugo León Velásquez, Hernando Morales, Elmo Gómez Lucich, Jaime Moore Ramírez, Rafael Chávez Matallana, Carlos J. Grisales, reza la placa que queda como documento para las nuevas generaciones. "Sépanlo, por aquí corrió sangre", exhortó Villazón de Armas.

El 9 de junio de 1954, por primera y única vez, 10.000 estudiantes de las universidades Javeriana, Externado, Andes, Libre, El Rosario, Gran Colombia, América y algunos de bachillerato se unieron al dolor de los de la Nacional, en una protesta por los hechos violentos del día anterior. "Fue emocionante el batir de los pañuelos blancos, al encuentro de los jóvenes de la Nacional y la Javeriana", evoca el médico javeriano Alfonso Becerra. La avanzada transitó con normalidad hasta llegar al cruce de la calle 13 con carrera 7; "al frente iban las mujeres armadas de belleza, coraje y dulzura", dice Villazón. "Eran más de 20 cuadras llenas de pañuelos blancos", poetiza el Himno de la FEC, compuesto, entre otros, por Álvaro Rojas.

Allí una tropa impidió el paso de los manifestantes. En espera de poder hacerlo, se sentaron en el asfalto. Uno de ellos llamaba a la tranquilidad, mientras se trataban de adelantar conversaciones con el ministro de Gobierno, Lucio Pabón Núñez. De la Calle 12 aparecieron unos refuerzos militares cuando intempestivamente sonaron descargas cerradas, se escucharon tres ráfagas de los combatientes de Corea que dejaron nueve cuerpos de estudiantes sin vida y varios heridos.

Esta relato, narrado a UN Periódico por los sobrevivientes, dista de versiones que desde la época se han dado por ciertas. En honor a la verdad, los representantes de la Generación del Medio Siglo, hombres y mujeres entre 70 y 80 años, intentan de viva voz acercarse a la realidad. En contraste, la versión oficial achaca la responsabilidad a "fuerzas oscuras" de sectores laureanistas y comunistas, empeñados en desprestigiar la "buena marcha" del general. Los ministros de la época dicen que vieron salir disparos de uno de los edificios aledaños al sitio de la manifestación, que dieron justo en el cuerpo del sargento que comandaba la tropa. "Los soldados cayeron primero, yo lo vi", dijo el ministro de Justicia, Gabriel París, quien seguía los hechos desde una ventana de su despacho; "en estas condiciones era elemental que la tropa disparara en legítima defensa", cita El Tiempo en su edición del 10 de junio de 1954.

Estos hechos estaban inmersos en un contexto global. Es necesario recordar que en ese entonces la Guerra Fría marcaba las decisiones políticas de las naciones; en el caso colombiano, los acontecimiento del 8 y 9 de junio fueron registrados por la prensa norteamericana y europea de manera distinta. Según una revisión del historiador de la Universidad Nacional, Medófilo Medina, el New York Journal- American y el Daily Mirror los interpretaron como "una acción decidida del Gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla en el combate contra el comunismo". En ese ambiente macarthista, era natural la explicación del brigadier general Duarte Blum, miembro de las fuerzas militares colombianas, quien adjudicó la tragedia a una patraña de laureanistas y comunistas. Entre tanto, la mirada europea se reflejaba en Neue Zürcher Zeitung un periódico de Zürich como el comienzo del divorcio entre el gobierno con la sociedad colombiana. El cronista resaltaba con verdadera indignación la tranquilidad con que el ministro París siguió la masacre desde un edificio próximo. Para el historiador Medina, ya era evidente la terminación de la luna de miel, no solo del general con la sociedad, sino del ejército con la misma, y, por supuesto, "los inductores de este proceso fueron los estudiantes", concluye.


Como símbolo a la memoria de quienes cayeron y un mensaje a las generaciones de hoy reposa en el edificio Murillo Toro, una placa con diez nombres imborrables en la historia del país.

Sin tirar ni una piedra

Los hechos del 8 y 9 de junio jamás fueron condenados por el general Rojas, como esperaban los estudiantes. Éstos en su dolor, y ante la tragedia, convirtieron el comité de carnavales en comité estudiantil y así surgió la Federación de Estudiantes Colombinos (FEC), que sin proponérselo haría el principal contrapeso al régimen.

Era el momento de reclamar nuevamente la autonomía universitaria, establecida mediante la Ley 68 de 1935, cercenada por Laureano Gómez,. El estudiantado, con la participación de la mayoría de las universidades del país, se aglutinó en la FEC. "La Federación debe asentarse sobre una organización vertebrada y efectiva", decía el periódico Junio en su primera edición, que circuló el 8 de octubre de 1954. Organización a la que Rojas Pinilla respondió con el nombramiento del coronel Manuel Agudelo como rector de la Universidad Nacional. "No vamos a analizar los méritos del coronel, ni a polemizar con nadie sobre ellos. Él es un hombre de armas"; además, "el nombramiento de un rector militar en nada difiere de la intromisión policial a la Ciudad Universitaria en la trágica tarde del 8 de junio", controvirtieron los jóvenes en el documento censurado Condiciones para dirigir la Universidad . Un mes después, la acción de los estudiantes, que se botaban al césped cuando veían llegar al rector, custodiado por sus oficiales, dándole a entender que podían ser víctimas de sus balas, lo tumbó.

De ahí en adelante, una serie de presiones al régimen de Rojas, como la famosa carta que criticaba la moral del gobierno, con más de 1.200 firmas, publicaciones clandestinas con propuestas políticas, sociales, económicas y culturales "a la patria", la convergencia de grupos disímiles en pensamiento y condición social, dieron base a la ruptura. El país empezó a entender que no había cambiado nada. Como lo expresa el ex ministro Eduardo Suescún, "habían cambiado los saludos y los abrazos, pero el aparato represivo que acompañó a Laureano Gómez se mantenía intacto". En últimas, el desencanto del estudiantado frente al pacificador, que comenzó con la muerte de Uriel Gutiérrez, terminó invadiendo a la sociedad, que vio determinante sacar al dictador.

Medio siglo después, vale la pena preguntar qué pasó con ese movimiento estudiantil y con esas ideas reformistas a las que tanto se les temió. Pareciera haber ganado el miedo a sus planteamientos, pues sin haber tirado una piedra, su instinto natural de libertad y democracia les permitió convertirse en la esperanza de renovación. "El movimiento contra Rojas tuvo tanto éxito y cabal interpretación que los sectores políticos tradicionales se asustaron, y desplazaron a la juventud unida para tomar el comando de la oposición", reflexiona Eduardo Suescún.

Análisis coincidente, en parte, con las investigaciones del historiador Médofilo Medina, que ubica, luego de la Generación del Medio Siglo, "la conciencia antiimperialista de los estudiantes a partir de los años sesenta", cuando se forman las capas medias, con la organización de los maestros en sindicatos, a expensas del movimiento estudiantil. "La ilusión de hacer vanguardia pierde su sentido sociológico, pues el estudiantado ya no encuentra elementos mesiánicos": libertad y democracia.

Los mismos que se "descubrieron" en placa que brilla en la esquina de la calle 13 con carrera 7 como legado a la juventud para retomar formas "civilistas y democráticas" de lucha. Son otros tiempos. Aquellos en que la juventud se debatía entre la desesperanza, la miseria y la represión, pero no por ello con menos talento para ser artífices de otro de los anales en la historia nacional.

Novelistas y poetas, ministros y jueces, diplomáticos y médicos, científicos y líderes del campo. Llegaron a viejos, libres, con la tranquilidad de haber enaltecido a Colombia, casi silenciosamente. La Generación del Medio Siglo, ¡presente!

* Periodistas Unimedios.

El fascismo colombiano

Heil Alvarof Hitler!
Hermosísima pieza histórica la que nos entrega el analista Pinzón Sánchez sobre el fascismo y su pérfida presencia en Colombia. Escrito alleccionador y educador que nos lleva a entender el por qué del Terrorismo de Estado en Colombia y su práctica por parte de la oligarquía colombiana con la dirección persistente y criminal de los Estados Unidos.


Por Alberto Pinzón Sánchez, ANNCOL

Ha sido tan profunda y perecedera la experiencia del nazi-fascismo en la humanidad entera, que su caracterización, a pesar de los tantos y muchos estudios y ensayos salidos desde todas las ramas de la ciencia, no han hecho otra cosa que mostrar la manera tan compleja y diversa como se ha ido expresando la contradictoria esencia de este fenómeno económico, político y social contemporáneo aún inacabado.

Antes de iniciar cualquier acotación, hay que reconocer de manera autocrítica profunda, que el concepto limitado, surgido en el pensamiento marxista y el movimiento obrero europeo de la época de su asenso, a pesar de la paralización y las limitaciones impuestas por la interacción directa del stalinismo y el nazismo (que tuvo su expresión máxima en el pacto diplomático Ribentropp- Malenkof en 1939); logró captar tres aspectos esenciales del fenómeno. Uno, la ya clásica caracterización que hiciera Dimitrov, de la 'dictadura terrorista abierta y sanguinaria de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero'.

Dos, el hecho de que en las condiciones de desarrollo de los monopolios del capitalismo industrial y financiero, una centralización tan enorme del poder del Estado, implicaba además la destrucción de la mayoría de las conquistas del movimiento obrero contemporáneo y la desmoralización permanente de su conciencia de clase.

Y tres, un nuevo reordenamiento y reparto del mundo por parte de estos monopolios, que permitiera el despojo y rapiña inmisericorde de los pueblos atrasados y coloniales, y diera cuenta de las realidades de ese momento: Alemania en todas partes, Italia en los Balcanes y Abisinia, Japón en el Sur de Asia, etc.

Pero no era todo. Tal y como lo había sugerido Marx en la introducción general en el siglo anterior, Hacía falta verlo como totalidad en movimiento, no solo expresión mecánica de la economía en una forma terrorista, cruel y represiva de gobierno burgués, para destruir el proletariado organizado y ejecutar un nuevo reparto imperialista del mundo; sino con sus implicaciones dialécticas en doble vía en toda la sociedad capitalista desarrollada, en donde se engendró en un momento determinado de su historia:

Además en la 'hegemonía' ideológica y política. En los aparatos represivos del Estado tanto armados como jurídicos y carcelarios. En las estructuras tanto políticas y propagandísticas, como educativas, religiosas, morales e incluso artísticas que el Estado posee para imponer dicha hegemonía. En las maquinarias represivas tanto armadas como jurídicas y carcelarias de que dispone para ejecutar su 'coerción'. Así como en las particularidades históricas y desarrollos que caracterizan cada régimen, es decir en el nudo o bloque de clases dominante y su relación con las clases subordinadas, de cada país, pues el fascismo no surge y cae del cielo en el horizonte social, como un rayo seguido de un trueno, sino que se incuba durante un largo periodo como un huevo de serpiente.

La catástrofe innombrable de muerte y destrucción que asoló al mundo, llamada pomposamente 'segunda guerra mundial' y sus secuelas que duran hasta hoy, le han mostrado a la humanidad en la práctica los vacíos teóricos e indecisiones surgidas de los ' juegos de interacción', que impidieron hacerle frente con éxito en su momento oportuno, al surgimiento y consolidación del monstruo nazi-fascista.

Ahora vayamos a la Colombia actual

En Colombia desde la muerte de Simón Bolívar (1830), se enfrentan en una cruenta lucha de clases; una oligarquía latifundista y financiera transnacionalizada apoyada desde ese entonces por el gobierno Norteamericano; contra el 'pueblo trabajador' (concepto manejado por Gramsci en 1921 que incluye tres clases sociales, los obreros, los campesinos y las abundantes capas medias).

Esta lucha de dominación y explotación, se desarrolló hasta el pacto de Benidorm en 1957, bajo la forma de ciclos recurrentes de guerra sectaria bipartidista entre los trabajadores reclutados a la fuerza y adscritos a uno de los dos partidos tradicionales, liberal-conservador, seguida de un pacto de paz para el reparto del presupuesto estatal. En el siglo XIX nueve (9) 'guerras civiles bipartidistas de grandes proporciones y en siglo XX la guerra civil liberal-conservadora no declarada llamada 'violencia', iniciada en 1946 pero generalizada a partir del asesinato del líder de la izquierda liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 y cuyo fin se pactó en Benidorm en 1957, con la instauración del Frente Nacional bipartidista. (Fernando Guillen Martínez. Editorial Planeta. Bogotá. 1.996).

Sin embargo, esta última guerra desarrollaría en su interior la toma de conciencia y diferenciación clasista de amplios sectores de los trabajadores del campo y la ciudad colombianos, levantados en armas mediante la forma de guerrillas defensivas de supervivencia.

En junio de 1953 el gobierno 'corporativo' conservador, ejercido por el dictador civil e ideólogo falangista Laureano Gómez, ante la imposibilidad de derrotar militarmente las guerrillas liberales-gaitanistas y comunistas, es reemplazado mediante un golpe militar apoyado por la embajada Norteamericana, por el general Gustavo Rojas Pinilla, quien instaura una dictadura militar abierta. Uno de sus primeros actos de gobierno es proponer una amnistía para los guerrilleros. En los llanos orientales pactan Guadalupe Salcedo y Franco Isasa. En el Magdalena medio Rangel Gómez. En el Sumapaz se desmoviliza Juan de la Cruz Varela y en el Tolima Isaura Yosa y Jacobo Prías Alape. Se acogen también las guerrillas de Urrao y las del rio Sinú. El otro acto de gobierno importante de la dictadura, fue pagar el apoyo brindado con el envío a Corea en 1954, de un importante batallón de militares colombianos, a guerrear bajo órdenes directas de oficiales Norteamericanos.

Uno a uno van cayendo ajusticiados a manos del tenebroso servicio de inteligencia colombiano (SIC), los más importantes jefes guerrilleros desmovilizados. Otros como el dirigente comunista agrario e indígena paéz Isauro Yosa (a. Líster) son encarcelados y enviados al campo de concentración de Cunday en Tolima. Los pocos que pueden se refugian montaña adentro. El llamado 'batallón Colombia' regresa con oficiales altamente entrenados y férreamente adoctrinados en la lucha contra el comunismo internacional, y apoyada por el Ejercito Norteamericano, la dictadura militar elabora el Plan para desembarcar 9.000 soldados, controlar la región tolimense donde se encontraban los desmovilizados filocomunistas y así da inicio a la operación en junio de 1955, con el bombardeo masivo e indiscriminado de la región de Villarrica. Una nueva guerra hasta entonces desconocida en el país que dura hasta hoy día, se le había impuesto al pueblo trabajador colombiano: la guerra de baja intensidad (GBI) (Jacques Aprile. Crónica de Villarrica. ILSA. 1.991).

El ejercito colombiano la llamó guerra contra-insurgente y sus lineamientos básicos los había establecido en un memorando secreto el famoso Brigadier General William P.Yarboroug en Fort Braga (Carolina del Norte): 'crear una fuerza clandestina para realizar funciones de contra-ataque y contra-propaganda y, si fuese necesario ejecutar acciones paramilitares de sabotaje o terroristas contra los oponentes comunistas declarados, que Estados Unidos debe respaldar. Unidades de búsqueda y aniquilamiento, que le quitarán el agua al pez' como el General Ruiz Novoa comandante del batallón Colombia en Corea, alumno aventajado del General Yarboroug y jefe de la operación en Villarrica Tolima, le aseguró a la escritora de Human Rights Watch, Robin Kirk. (Ver su libro; Más terrible que la muerte. Ed Paidós. 2.005. Barcelona. Págs. 76 y ss).

No era mucho pedir. La historia política y militar del bloque de clases dominante en Colombia, estaba llena de experiencias de la utilización de fuerzas para-militares al estilo de los 'Freikorps' anticomunistas usados en su lento asenso al poder por el nazismo hitleriano: Estaban los 'guerrilleros de cristo-rey' de la década de los treinta. Los 'chulavitas, los pájaros y los bandoleros' usados a discreción durante la 'violencia del cincuenta', de acuerdo la dinámica de dominación y de afianzamiento del poder del Estado, en cada región del país. (Ingrid Johanna Bolívar. Violencia Política y formación del Estado. Cinep-Uniandes. Bogotá 2003).

Así a partir de Villarrica en 1955 y hasta hoy, lentamente y etapa tras etapa, gobierno tras gobierno, amparados y protegidos oficialmente con la impunidad de todo el Estado colombiano, el paramilitarismo creado en Fort Bragg, fue cumpliendo todos los objetivos clásicos de la guerra de baja intensidad: control de territorio, control de recursos, control de población, tareas de inteligencia y eliminación del 'enemigo interno', consolidando en todo el país un régimen de Terrorismo de Estado.

Al punto que medio siglo después, en cuanto al objetivo de la eliminación del enemigo interno con el fin de quitarle el agua al pez, se calcula que han sido fusilados o desaparecidos en operaciones encubiertas típicas de este modo de operar, más de 100.000 dirigentes cívicos, populares sindicales, maestros, indígenas, afro descendientes, estudiantes, y en especial más de 4.000 cuadros políticos del partido político de izquierda marxista llamado Unión Patriótica.

Y en cuanto a los otros objetivos del control de territorio, control de recursos y control de población; actualmente se pueden presentar los siguientes resultados: 44 millones de hectáreas de la mejor tierra del país han sido quitadas a 4 millones de campesinos y han sido apropiadas por 2.428 terratenientes paramilitares (Centro de investigaciones de la Universidad Nacional de Colombia Mayo 7 del 2006).

A lo cual se le puede agregar el balance provisional que hace un reconocido economista y columnista del diario conservador el Colombiano de Medellín: 'Los paramilitares han transformado tan violentamente y en tan poco tiempo el paisaje cultural, social, económico y político con esa suerte de acumulación de narco-capital. Han modificado la economía, con nuevos renglones agroindustriales, nuevas compañías aéreas, la inversión en sistemas de comunicación -en varias ciudades intermedias participan en la introducción de sistemas de seguridad visuales a través del Internet inalámbrico- han potenciado la regionalización económica ensanchando la frontera agrícola, con nuevas empresas de palma africana y otros cultivos de plantación. Al tiempo, realizan la más violenta contrarreforma agraria -la revista Cambio recientemente ilustró el caso de Urabá- sólo comparable a la que se hizo con la otra guerra, que eufemísticamente llamamos La Violencia del 50 y de la que surgió la estructura del poder actual.

Debiesen ser asunto de análisis las nuevas capas sociales que de allí se están desprendiendo. Del binomio patrones-peones, ha surgido un 'nuevo campesinado' que se transporta en moto y que dejó como asunto de museo, al Juan Valdés de la mula y el café. Es un 'campesinado' que juega de peón diurno y de paramilitar nocturno. Si bien trabaja en el campo, intercambia e influye decididamente en los cinturones populares de las ciudades, mientras, sus 'patrones' hacen tránsito de 'señores de la guerra' a empresarios urbanos y agroindustriales, en un equilibrio inestable entre lo legal y lo ilegal. Entre el narcotráfico y el mercado negro de la gasolina, junto al control de servicios del Estado como la Salud (ARS), y la 'seguridad' de amplias regiones de la geografía nacional. Han incursionando con éxito en los últimos tres años en el dominio político y de seguridad de algunas capitales departamentales, donde han llegado a relaciones simbióticas con las administraciones municipales: los alcaldes se permiten reclamar el éxito de la disminución de los homicidios y de los delitos contra la propiedad, mientras que muchos sectores populares confunden esa Pax Romana y esa seguridad, con la seguridad democrática' (El Colombiano 01, 06,05).

Lo que constituye un avance, a pesar de no decir una sílaba sobre el dominio que tiene este narco-capital en el llamado 'Sistema Financiero Nacional', la especulación financiera, el lavado de activos, la reevaluación de la moneda colombiana, y en la miseria generalizada y desnutrición infantil producida por el Neoliberalismo en campos y ciudades, ampliamente documentada en recientes estudios sociales de la Oficina de las Naciones Unidas para Colombia.

Sin embargo y a pesar de todo esto, el supremo objetivo para el que fueron creados de ganar para sus creadores la guerra anticomunista en Colombia, aún no se ha podido cumplir y muy por el contrario, el conflicto social y armado continúa avanzando implacable sin solución e incluso agravándose.

Y así llegamos al actual gobierno del presidente Uribe Vélez iniciado en el año 2002, durante el cual concluye todo el proceso económico social de asenso, consolidación e inserción en la sociedad de esta nueva burguesía mafiosa y lumpenesca, con la promulgación por parte de un parlamento de bolsillo de una ley de impunidad jurídica y lavado de sus narco fortunas, que se conoce como la legalización del Terrorismo de Estado en Colombia, y que no es mas que el establecimiento definitivo de un Estado fascista, para imponer en el país por medios de la guerra contra-insurgente el desigual pero libre mercado del Imperialismo y propagar la pobreza de la mundialización Neoliberal.

Y decimos que es un Estado fascista no por mera consigna de agitación sino como concepto de análisis sociológico de amplias connotaciones políticas, porque además de lo hasta aquí expuesto, existen otras razones:

Primero, no es solo ese 'clima moral envenenado' que rodea todo ascenso del fascismo, como lo señala el amauta Mariategui, sino la forma cómo se ha manipulado por parte de los medios de comunicación de masas y la 'propaganda nazi', la psicología de las abundantes capas medias colombianas, para generarle en esa amplia base social, un verdadero culto a la personalidad del presidente Uribe Vélez hasta convertirlo en un verdadero mini-führer, quien como los 'caudillos' fascistas Franco en España y Salazar en Portugal, no ha necesitado recurrir a realizar las millonarias manifestaciones de Mussolini o Hitler. Le ha bastado con las encuestas de popularidad y opinión, que le realizan periódicamente los medios masivos de comunicación y propaganda.

Segundo. Podemos también observar, cómo la larga y tórpida crisis colombiana, se intenta solucionar con una variedad criolla 'corporativa y gremial' de gobierno (dentro del cual el generalato actúa como un gremio más), lo cual es claramente fascista.

Tercero. Cómo se aglutina a la población sobre la satanización del enemigo interno (el basilisco comunista o terrorista) que será derrotado por el beatífico San Jorge, y cómo se genera un Estado policial de mutua sospecha, basado en las denuncias sin rostro de en un millón de soplones o 'sapos' pagados por el Estado.

Cuarto. Cómo se entrelaza la política gubernamental con organizaciones religiosas tradicionales de corte fascista internacional, tales como el Opus Dei, y Tradición Familia y Propiedad.

Quinto. Cómo se exalta el patrioterismo nacionalista y se genera un estado de zozobra permanente en contra de los países vecinos, acusándolos de ser los responsables de los problemas internos de Colombia.

Sexto. Cómo se gobiernan con una pandilla de amigos, compinches y asociados o familiares, que se posicionan unos y otros en los cargos gubernamentales y usan el poder gubernamental y la autoridad para proteger a sus amigos de la responsabilidad de rendir cuentas, y apropiarse descaradamente de los recursos y del tesoro nacional.

Séptimo. Cómo se realizan elecciones fraudulentas, se manipulan con campañas amenazantes en contra de los candidatos opositores e inclusive el asesinato de los mismos, o se controla descaradamente el aparato electoral del Estado. Se induce la descomposición de los partidos políticos y se permite que el parlamento de Augías, sea controlado en su mayoría por el narco-capital y legisle en su favor en el marco de un aparente régimen democrático y parlamentario.

Octavo. Cómo se obliga al exilio (cuando no se les mata) a intelectuales y escritores críticos y se trata de generar una atmósfera de 'amnesia colectiva', mediante la creación de comisiones estatales de la verdad de bolsillo y el uso de una 'neo-lengua tecnocrática de los reality shows', como la llama Humberto Eco.

Décimo. Cómo se ha ido eliminado y desmoralizado al sindicalismo democrático y clasista destruyendo las pocas conquistas del movimiento obrero. Se ha penalizado la más mínima protesta social o huelga, (para no detenerme en los demás derechos sindicales).

Decimoprimero. Cómo se ha hostilizado a las organizaciones que defienden los Derechos Humanos, perseguido a sus promotores y rechazado y ridiculizado sus informes.

Decimosegundo. Cómo se ha convertido el aparato judicial del Estado, la Fiscalía de la Nación y las oficinas de inteligencia del Estado, en corruptas agencias clientelistas de la presidencia.

Decimotercero. Cómo se ha generado un clima permanente de guerra y se ha militarizado la sociedad entera, intoxicándola con los medios de comunicación y ostentosos desfiles militares semanales.

Decimocuarto. Talvez el más importante: Cómo se ha fortalecido la economía y la máquina para la guerra, y se ha generalizado la corrupción de los contratos y compras de armas dentro de las filas del ejercito, con dineros provenientes no solo de los narco capitales, sino de los inmensos recursos provenientes del presupuesto de la nación, quitados a otros sectores de la sociedad como la salud o la educación. Y cómo los dineros provenientes de los contribuyentes de los Estados Unidos, para adelantar una guerra química y militar de destrucción y ecocidio, llamada en la propaganda fascista 'war drug'; lo único que ha conseguido es mantener estable el precio y la calidad de la cocaína en las calles de las ciudades Norteamericanas, tal y como lo acaba de reconocer el diario New York Times (19 Agosto 2006), y frente a lo cual el ex ministro del Interior del régimen Sabas Pretel, director del poderoso gremio de los grandes comerciantes colombianos, ha tenido que reconocer que todo ese esfuerzo militar ha servido para que la oferta no sea excesiva y tumbe los precios de la siguiente manera: ' Si no lo hubiéramos hecho el país de ellos, Estados Unidos, Europa, estaría, literalmente, inundada de coca' (efe/terra 21 agosto 2006).

Así las cosas uno puede volver a preguntarse: ¿Es esto fascismo?
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Texto de la lectura hecha por Alberto Pinzón Sánchez, el 23 de agosto 2006 en la sede de la Asociación Latinoamericana de la ciudad Alemana de Dresden.



Columnistas
25.08.2006

«Soñar no cuesta nada»

Domínoco Nadal nos habla hoy de los sueños de los pobres soldados que encontraron la 'guaca' y condenados por 'peculado por apropiaci'on', en tanto los guaqueros de cuello blanco gozan de impunidad. Los sueños de Paz de los colombianos y los sueños por una Nueva Colombia, soberana, bolivariana y socialista.


Por Domínico Nadal, ANNCOL

En este país los pobres no tienen derecho a soñar. Hasta de eso han pretendido apoderarse la oligarquía y el imperio que la amamanta. Los sueños de los pobres por una vida mejor son arrancados de tajo por la represión estatal a través del Terrorismo de Estado, en su variante narco-paramilitar.

«Los sueños de unos pobres soldados»

Hasta los sueños de unos pobres soldados son destruídos. Los pobres diablos fueron enviados a una ‘zona de candela’ –a la que no envían sino hijos de pobres, porque los hijos de ricos no pagan el servicio militar-, y la buena –o la mala?- fortuna hizo que dizque descubrieran ‘una guaca’ de las FARC.

¿Y los ‘guaqueros’ de cuello blanco que se han apropiado de Findeter, Incoder, Supervigilancia, o Jorgito Noguera Cote?

Hasta donde yo tengo entendido la expresión ‘guaca’ se utiliza para describir los tesoros que los pueblos indígenas enterraban con sus muertos, porque según la cosmología indígena la muerte es otra etapa de la vida, y por ello al muerto se le dotaba del menaje para su largo viaje. Y los ‘guaqueros’ son los depredadores ‘blancos’ que profanan esas tumbas por esas riquezas. Así que no sé si sea una nueva variante de ‘guaca’ la que utilizan los medios de comunicación oligárquicos.

En todo caso, los soldaditos se encontraron esa ‘guaca’ y estaba llena de dólares y pesos. Esos pobres soñaron con que se les ‘había aparecido la virgen’ y que con esa plata saldrían de pobres. Se equivocaron de cabo a rabo. Para los sectores dominantes –oligarcas civiles, oligarcas militares, oligarcas mafiosos, y todo sus especímenes- los pobres no tienen derecho a soñar con salir de pobres.

Los generales y coroneles –en carrera para ser generales-, agarraron a los pobres soldaditos y les EXIGIERON que les entregaran el dinero, y otros más ambiciosos los enviaron nuevamente a la ‘zona’ para que buscaran más ‘guacas’. Como los pobres suboficiales y soldaditos no entregaron el dinero, entonces los ‘judicializaron’, es decir, los acusaron –acuseta, acuseta, donde no quepas, no te metas!- y los denunciaron ante la ‘justicia’ por haber cometido el delito de apropiarse de esos dineros.
Claro que si hubieran sido ellos los que hubieran encontrado la ‘guaca’, todo hubiera pasado de agache, todo calladito. Casos hay muchísimos. ¿Cuántos generales son multimillonarios? Y no es porque reciban un salario exorbitante. Son multimillonarios porque se hacen ricos apropiándose de dineros de narcotraficantes –cuando ellos mismos no son narcos-, o dineros de la delincuencia común.

¿Cuántos oligarcas se han convertido en multimillonarios robándose las arcas del estado? No caben en una lista de aquí –Bogotá- a la Luna. Recordemos algunas de las más famosas ‘guacas’: Foncolpuertos, Ferrocarriles, Contraloría, Idema, Caja Agraria, etc, etc. Y en este gobierno, recordemos las ‘guacas’ de Findeter, Incoder, Supervigilancia Privada, el DAS –ahí está Jorgito (el queridito de Alvarito) que se ‘encontró’ la ‘guaca’ de la dirección de ese organismo. O la ‘guaca’ del famoso Londoño que se ‘encontró’ la ‘guaca’ de ECOPETROL y se ‘apropió’ de más de 13 millones de dólares.
Sin embargo, estos ‘guaqueros’ de cuello blanco gozan de impunidad y ni siquiera son condenados por el delito de ‘peculado por apropiación’, por el cual condenaron a los pobres soldaditos.

«El sueño de la Paz»

El imperio y la oligarquía pretenden acabar el sueño de Paz de los colombianos.

La declaratoria de guerra de la oligarquía acabó con el sueño de paz de 48 hombres y mujeres de vivir felices cultivando el campo. Era la advertencia de la oligarquía de que no aceptaría ninguna otra visión en Colombia. Se inició así la negra noche en que nos han sumido los oligarcas y han tratado de acabar con esos sueños de paz de todos los colombianos.

Pero el pueblo colombiano sigue soñando con la Paz, y cada día adelanta acciones para construirla. Enfrentando las políticas de guerra del gobierno, no sólo las militares, sino también las económicas como el TLC, la ‘nueva Reforma Tributaria’, las privatizaciones de empresas estatales como ECOPETROL y el Seguro Social. O como los indígenas Paeces que acordaron con el comandante Jerónimo de las FARC formas y métodos para que su resguardo viviera en paz, y la verdad es que esta paz sólo es perturbada por la invasión de las fuerzas militares oficiales del régimen, como cuando ridículamente ‘hicieron soberanía’ en Marquetalia.

«El sueño de una Nueva Colombia»

El sueño por la Paz es parte indivisible, constitutiva, del sueño por la Nueva Colombia.

El pueblo colombiano sigue construyendo la paz cuando enfrenta las políticas criminales del régimen oligárquico-mafioso-imperial. Políticas asesinas que mata con balas y mata silenciosamente con niños muertos por desnutrición y en los fatídicos ‘paseos de la muerte’. Que utiliza el brazo criminal de los narco-paramilitares para su Terrorismo de Estado, y ahora pretende legalizarlos e institucionalizarlos.

En esa lucha de construcción de la Paz se inscriben las acciones de la guerrilla, como las FARC, que ha enfrentado con las armas en la mano –porque no han dejado otra opción- todos los planes asesinos que al amparo de la Doctrina de Seguridad Nacional han diseñado los ‘ideólogos’ del imperio, las cuales han sido aplicadas al pie de la letra por los indignos gobernantes colombianos.

Las FARC han enfrentado desde el Plan LASO en 1964 hasta el Plan Colombia (Plan Patriota), planes puestos en práctica por 12 presidentes de Colombia (incluyendo a Uribe Vélez en sus 2 períodos), y desde su nacimiento han enarbolado la bandera de la Paz. Una Paz que se concibe producto de un proceso de diálogo que contemple atacar las causas que han generado la guerra, es decir, ‘tocar’ el problema desde sus bases económicas, políticas, económicas, sociales y de soberanía nacional.

Este sueño lo acompañamos la gran mayoría de los colombianos, a pesar de todos los esfuerzos que hace el imperio y sus acólitos por evitar por la fuerza fatídica de sus armas asesinas, que lo abracemos y lo hagamos nuestro.
El sueño de la Paz es parte constitutiva, integral, indivisible, del sueño de una Nueva Colombia soberana, bolivariana y socialista, duélale a quien le duela, árdale a quien le arda!